El entrenamiento de fuerza en niños y en la tercera edad
Las perspectivas del entrenamiento de fuerza en población infanto-juvenil y en la tercera edad han cambiado enormemente en las últimas décadas, pasando de ser cuestionadas a ser imprescindibles para ambos grupos de población, siempre y cuando esté supervisada por profesionales cualificados.
De este modo, la Organización Mundial de la Salud reconoce actualmente la inactividad física como el cuarto factor de riesgo para la mortalidad global en lo que respecta a enfermedades no transmisibles, y recomienda la participación en una variedad de actividades físicas incluyendo aquellas que fortalecen los músculos y los huesos.
Por un lado, respecto a la población joven y el entrenamiento de fuerza, la evidencia reciente indica que los niveles de fuerza muscular de jóvenes en edad escolar están en detrimento, dando más apoyo a la inclusión del entrenamiento fuerza en su estilo de vida.
En el último número recientemente publicado en el British Journal of Sports Medicine, varios de los más reconocidos especialistas en el entrenamiento de fuerza han contribuido a la elaboración de un consenso internacional para posicionarse acerca del entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes. Los principales puntos a los que se ha llegado en dicho manifiesto han sido los siguientes:
1. El entrenamiento de la fuerza debe formar parte del estilo de vida de niños y adolescentes, siempre de acuerdo a las necesidades, objetivos y capacidades de las poblaciones más jóvenes y esté supervisado por profesionales cualificados.
2. Los padres, maestros, entrenadores y profesionales de la salud deben ser conscientes de los potenciales beneficios para la salud del entrenamiento de fuerza para todos los niños y adolescentes. Los jóvenes que no participan en actividades que mejoren la fuerza muscular y las habilidades motrices básicas pueden tener un mayor riesgo para la salud en el futuro.
3. Los programas de entrenamiento de la fuerza debidamente diseñados pueden reducir las lesiones relacionadas con el deporte, y deberían ser concebidos como un componente esencial de los programas de formación los atletas jóvenes.
4. La participación regular en una variedad de actividades físicas que incluyan el entrenamiento de la fuerza durante la infancia y la adolescencia puede ayudar y fomentar la actividad física como una opción de estilo de vida permanente en el futuro.
5. La prescripción del entrenamiento de la fuerza debe basarse de acuerdo a la edad de entrenamiento, las habilidades motrices, la habilidad técnica y los niveles de fuerza existente. Los profesionales cualificados deben también tener en cuenta la edad biológica y la madurez psicosocial del niño o adolescente.
6. El enfoque del entrenamiento de fuerza infanto-juvenil debería centrarse en el desarrollo de la habilidad técnica y la capacidad para llevar a cabo una variedad de ejercicios de fuerza con la intensidad y volumen adecuados dentro de programas seguros, efectivos y agradables.
Por otro lado, contextualizando la importancia del entrenamiento de fuerza en la tercera edad, la estructura de edad actual de los países más desarrollados está sufriendo una rápida transformación, con disminución de la población joven y aumento del número de personas mayores. Este hecho es uno de los principales responsables de la alta prevalencia de caídas registradas en dichos países.
Durante las dos últimas décadas se han estudiado diversas estrategias para tratar de prevenir las caídas en esta población. Tradicionalmente, se ha utilizado el entrenamiento de equilibrio y de fuerza del miembro inferior para contrarrestar las deficiencias relacionadas con la edad en el sistema neuromuscular (por ejemplo, pérdida de neuronas sensoriales y motoras, atrofia de las fibras musculares tipo II) y esquelético (ejemplo, osteoporosis), contribuyendo a aumentar el riesgo de caídas.
Sin embargo, aunque el entrenamiento de fuerza mejora la fuerza voluntaria máxima, incluso en la tercera edad, las mejoras concominantes en resultados funcionales son limitadas, dado que los beneficios de la fuerza no se transfieren de forma efectiva a mejoras en el equilibrio, actividades de la vida diaria o el riesgo de caídas.
Se ha hipotetizado que aumentar la fuerza de los estabilizadores centrales (core) puede ayudar a la población anciana a utilizar sus extremidades superiores e inferiores de modo más efectivo, e incrementar los movimientos correctivos en situaciones de la vida diaria.
De hecho, existe evidencia en la literatura científica de déficits de control motor de la musculatura del tronco en adultos mayores. Por ejemplo, las latencias reflejas en el multífidus y los erectores espinales se retrasan durante cargas repentinas del miembro superior en ancianos comparado con jóvenes. Además, una peor habilidad para reclutar la musculatura del tronco (ejemplo, transverso del abdomen) está relacionada con una incapacidad para realizar actividades de la vida diaria (por ejemplo, levantarse de una silla). De ahí, la importancia del entrenamiento de fuerza en adultos mayores, especialmente para la musculatura del tronco con el fin de mejorar el equilibrio, el rendimiento funcional y la prevención de caídas.
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Imágenes obtenidas de internet.
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